lunes, diciembre 20, 2010

Y llegó la tuba !


Hace un tiempo, mientras recorría páginas de compras por internet en busca de cualquier otra cosa, me encontré con el ofrecimiento de una tuba. Creo que siempre me fascinó ese instrumento. Su sonido tan característico me acompañó toda la vida desde que escuchaba las tempranas grabaciones de los Hot Seven, de los grupos pequeños de Jabbo Smith, los primeros conjuntos de Fletcher Henderson, los Chocolate Dandies etc.
Se trataba además de una tuba de marcha, también llamado Sousaphone en honor a su creador John Philip Sousa. Localmente se lo ha designado "tuba margarita" supongo que aludiendo a su gran campana proyectada hacia adelante. Por otro lado siempre me atrajo estéticamente su forma, que tiene cierta belleza escultural. Las tubas siempre fueron caras, y contar con una tuba y su respectivo tubista a menudo implicó que toda la banda tuviera que contribuir haciendo una vaca para comprarla. Por otro lado las tubas nunca fueron instrumentos que se consiguieran usadas en gran abundancia.
De modo que cuando vi el aviso no tuve otro remedio que detenerme. En realidad lo volví a mirar muchas veces. El precio era muy accesible para un instrumento de esas características. El vendedor lo proponía como una pieza a restaurar,y la descripción del artículo detallaba alguna rotura de su lead-pipe. Las fotos revelaban sus buenos bollos de tuba de trabajo. Poco a poco me fue ganando el delirio, y me encontré clickeando el botón de compra empujado por una fuerza totalmente fuera de mi control. En todo el trámite subsiguiente me fui haciendo amigo del vendedor Gustavo Roberto Contreras, un muchacho tucumano que me relató la historia del instrumento. Había sido usado por el padre, fallecido ya hacía 8 años, que era evangelista y que usaba la tuba en sus tareas de misión. El Sr. Contreras (padre) había sido un aficionado a la música, y tocaba además el piano y algún otro instrumento. Alentado por estos antecedentes esperé con ansiedad la llegada de mi adquisición desde Tucumán. Llegó embalado en una caja enorme, de donde emergió enegrecida por los años y mostrando su anatomía lastimada por los años de esforzadas tareas evangélicas.
La llevé corriendo a la casa de Laci Trakal. Allí mi amigo húngaro reconoció origen checoslovaco de su fabricación, y esgrimiendo su proverbial soldadora, logró reparar el caño roto además de emparcharlo en varios lugares. Aquí la tienen: hasta ahora sólo logre pulir/limpiar la campana usando medio litro de limpiametales. Luego seguiré con el resto.