lunes, abril 28, 2014

Jazz en Abril 2014

Hubo un tiempo en que para mí la llegada del festival en el mes de Abril era más importante que Navidad. Es que luego de 26 años...o ediciones (no lo sé muy bien porque hubo algún año de crisis en que no se realizó), se instala una tradición que es casi como la de un cumpleaños familiar.
Ha cambiado de carácter en el transcurso del tiempo. Como una estrella que pasa por fases, las han habido capítulos explosivos, mega festivales, luego versiones más humildes, y luego otras de un tamaño respetable pero manejable. También ha atravesado diferentes perfiles estéticos. Hubo ocasiones en que concentraba el elemento más "moderno" del espectro, y otras en las que convivieron  lo tradicional con lo experimental extremo. Con el tiempo fué estabilizandose alrededor de una tendencia mainstream, y ahora pareciera inclinarse a un perfil clásico- tradicional.
En lo organizativo se inició, al menos pretendidamente, como un ejercicio colectivo en la que colaborábamos el conjunto de los músicos. Luego la dirección se fue concentrando en una mesa chica de organizadores, con la cual yo me peleaba casi siempre. Hoy su conducción se reduce a una sola persona ; Oscar "Ferio" Espinosa. Con el cuero duro de un árbitro de rugby,  asume todos los riesgos,  todas las decisiones, y todas las consecuencias que se desprenden de este modelo de conducción. Implica recibir algún elogio y reconocimiento, pero también cargar exclusivamente con los odios, resentimientos, reproches y todo tipo de inconvenientes que surgen inevitablemente. A eso se suman las resistencias de algunas instituciones marplatenses, como el prebendario sindicato de músicos, que no se privó de denunciar la presencia del invitado  norteamericano Jon Seiger a la delegación local de Migraciones. En fin, las miopías de una ciudad que no llega a comprender el valor de un esfuerzo alimentado por el amor amateur de los aficionados locales, y de sus invitados. 
La cosa es que nos guste o no, si no es por Ferio, el festival no se hace. Los demás descansamos cómodos con ese arreglo. 
Lo único que le reprocharé (al pedo) a mi muy querido amigo gorila vegetariano es con respecto a una de las cosas que sigue siendo para mí lo más valioso del festival: el parade. Parade significa desfile, y su versión jazzera original que es caótica y espontánea pertenece a la calle. Subirla a un camión con acoplado lo aleja de lo más vibrante que es el contacto inmediato con la gente. Por suerte hubo un momento en que los músicos se bajaron de la carroza y se pasearon un poco por el escenario de la Plaza del Agua. Creo que es el momento que la ciudad identifica con el festival, y aparte de su puro valor promocional, es un acontecimiento cultural que ojalá dure para siempre.
En fin, no sé si es el viejazo, o una predisposición melancólica, pero la verdad es que ya no aporto con la misma energía que antes. Igualmente me alegro que este año se repitiera lo que para mí es una ceremonia esencial.