domingo, abril 06, 2008

Colectivo, subte y tren a Liniers.....

Siempre ha sido igual. Siempre yendo. Buscando lejos, empujado por una obstinación que preocupaba a mis padres. Recuerdo el tren a Constitución y el subte hasta Moreno, y caminando varias cuadras simplemente para ver los instrumentos en la vidriera de Radaelli. Y luego el día mágico en que transpuse la puerta de lo que era el negocio más importante de fabricación y venta de instrumentos para encargar el mío. El Sr. Radaelli era un señor delgado que parecía adusto, pero nunca voy a olvidar su gesto amable y hasta dulce al atender a un adolescente cegado por la ilusión. Sucesivos viajes con un recorrido similar, simplemente para visitar como observador los ensayos en las obscuras celdas del sótano del bar de Avenida de Mayo y Saenz Peña. Llevaba mi instrumento, con la esperanza que me dejaran tocar algo en algún interludio. Al finalizar acompañaba a los músicos al obligado cafecito. Recuerdo mi pánico, el día que volví caminando a la estación de subte en estado de ensoñación, para darme cuenta súbitamente que había olvidado mi instrumento en una silla del bar. Fueron 8 cuadras o más que recorrí a la carrera, para ser recibido por una sonrisa irónica del mozo. Apenas amagó a hacerme sufrir antes de entregármela.
Luego más largos viajes en tren, que enlazaban el ferrocarril Roca con el Mitre para llegar a Florida, donde ensayaban los dioses encarnados Borsalino, Betinotti, Canci, Lottemberg, Meilij,
Tamburri...(todos fallecidos, salvo quizás Gustavo Meilij, aunque nunca más se lo vió con su clarinete). Luego el largo viaje de vuelta, hasta llegar a mi lejano Bernal...cuando el sábado ya se clausuraba. Más trayectos hasta el centro porteño cuando al fin integré una banda, (la última estribación de la Guardia Vieja JB)..
Radicado en Mar del Plata, la música dejó de asociarse al trajinar distante, salvo al momento de participar en los codiciados festivales del interior, translados epopéyicos que hoy juzgo como vanos.
Reviví esa sensación el pasado fin de semana, viajando a Buenos Aires y luego en subte y en el tren de la línea Sarmiento con el sólo propósito de ensayar con los amigos de Jazz Attack en el barrio de Liniers. Dos horas de música, en el marco de exactamente 20 horas de viaje.
No sé si calificar mi esfuerzo como una estupidez, o agradecer el impulso que me lleva a buscar en la lejanía la misma pasión de mi juventud....